El amor no es un sentimiento pasajero, es más bien una acción de la voluntad. El amor no es una fantasía que se desvanece, sino un olivo de hoja perenne.
En tu caso, es obvio que tu amor por tu cónyuge no era lo suficientemente fuerte o sólido como una roca para empezar.
Recuerde, el matrimonio no es un cepillo de dientes que puede tirar cuando lo ve desgastado. El matrimonio es una promesa de estar siempre allí para su cónyuge en caso de enfermedad y salud, en los buenos y malos momentos. El matrimonio es una vocación solemne con ramificaciones para toda la sociedad, y mucho menos para ti.
Es bueno que te sientas obligado a cuidar de tu cónyuge, aunque seas de corazón duro. Eso demuestra que tienes cierto sentido de compromiso con tu matrimonio. Solo aguanta, resistirás la tormenta. Busca la ayuda de Dios. No pienses en tener una aventura con ningún otro hombre.
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Esto es lo que es el verdadero amor; trata de estar a la altura de esto:
El amor es paciente, el amor es amable. No envidia, no presume, no es orgulloso. No deshonra a los demás, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda registros de errores. El amor no se deleita en el mal, sino que se regocija con la verdad. Siempre protege, siempre confía, siempre espera, siempre persevera. ¡El amor nunca falla! (Santa Biblia, 1 Cor 13: 4–8)