¿Cuántas personas aman sus obras más que su propia familia o un ser querido (hijos)? ¿Te arrepentirás si un día, él murió en un accidente?

Mi madre siempre se ha preocupado más por su trabajo que nadie en su familia. Si, Dios no lo quiera, algo así sucediera, no creo que ella se arrepintiera de su trabajo. Ella niega que sea una adicta al trabajo y que a ella le importa más que a nosotros, a pesar de que incluso los médicos le dicen cosas al respecto.

Varios médicos le han dicho, en efecto, “¿cómo te sentirás en tu lecho de muerte con respecto a tu trabajo? ¿Sentirás que te arrepientes de no haber pasado el tiempo suficiente trabajando?” Una en la que se enojó, otra que descartó por ser una pregunta ridícula, otra por la que se hizo pasar por broma.

Ella es una adicta al trabajo narcisista maligna. Ella es tan profunda que lo niega, no creo que ella pueda ser alcanzada. Pero, no, no creo que ella no se arrepienta. Se convencería a sí misma de qué maravillosa madre era y ni siquiera sería capaz de conectar las dos cosas, sin importar lo que yo, o cualquier médico, o cualquier otra persona le haya dicho alguna vez. Es realmente bastante patético.

El amor no es tan fácilmente cuantificable, ni es siempre una proposición de suma cero.

Es muy posible amar la música de Mozart sin tener que disminuir su amor por Mahler, o Miles Davis o Al Green. Y es virtualmente imposible encontrar una métrica confiable de la cantidad de amor para comparar uno con otro.

Es muy posible amar al cónyuge sin tener que disminuir el amor por los hijos.

Es muy posible amar a todos los hijos, sin tener que clasificarlos.

Y es muy posible amar el trabajo y la familia.

Durante cuatro años, mi hijo mayor estuvo en el 82.o Aerotransportado como médico de combate, con dos despliegues a Afganistán en lugares muy activos. Estuvo en varias llamadas cercanas y en una situación, se hirió y necesitó ser evacuado.

Él y yo nos comunicábamos con tanta frecuencia como las circunstancias lo permitían. Sí, temía que algún día obtendría malas noticias. Tuve mucha suerte; Otros padres no lo eran.

Amo mi trabajo y mis hijos. Alcancé un equilibrio que funcionó para mí y mis circunstancias, y me alegro de haberlo hecho.

Y no juzgo a quienes luchan con sus propias circunstancias y toman decisiones diferentes a las que yo hice.