Tuve la suerte de que mis padres se casaron hasta el día en que mi padre falleció.
En los más de 30 años que estuvieron juntos, me enseñaron a través del ejemplo cómo es el amor y la amistad. Mis padres tuvieron discusiones y desacuerdos como todas las parejas, pero me mostraron que gritar y gritar no es la forma de comunicarse.
Puedo recordar tal vez una o dos veces que una discusión se calentó mucho. Pero siempre lo reconocieron cuando empezaron a elevar sus voces y dejarían de discutir sobre ello hasta que pudieran calmarse y discutirlo como adultos racionales.
No puedo pensar en una mayor influencia en mis actitudes hacia los amigos y amantes que la de mis padres. Eran los mejores amigos, además de ser amantes, y cualquiera que los conociera podía decir que sinceramente se cuidaban mutuamente y disfrutaban de la compañía del otro.
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También me enseñaron con el ejemplo que las relaciones solo son difíciles cuando son forzadas o cuando uno o ambos compañeros crean dificultades. No hubo ningún problema del que no pudieran hablar. No hay ningún obstáculo que pueda colocarse de tal manera que no puedan hacer frente con facilidad con un poco de trabajo en equipo.