No tenemos televisión en la casa. Ambos hemos estado sin televisión por lo que podemos recordar. Sin embargo, creo que mucho más depende de la calidad de una relación que la presencia de una televisión. Algunas personas lo miran durante horas, hipnotizadas, sin intercambiar una palabra con su compañero. Otros hablarán durante los comerciales o incluso durante el programa, tratando a la televisión como una especie de punto de reunión comunitario que irradia ruido blanco.
En nuestro caso, creo que la introducción de un televisor generaría cierta fricción entre nosotros, pero solo debido al entorno único que hemos construido sin todos estos años. Desarrollamos un profundo respeto por el silencio, tanto que incluso escuchamos música con auriculares para no interrumpir el otro. Tenemos conversaciones profundamente involucradas mientras cenamos juntos que sería difícil mantener con nuestra atención desviada. Le damos un gran valor a nuestro tiempo que se pondría en peligro si se canalizara por completo al sentarse pasivamente frente a una caja que constantemente intentaba vender y decirnos cosas.