Tengo un hijo veinteañero. Y he aconsejado a muchas familias con veintitantos hijos. Pero con estas palabras, estoy escribiendo mis impresiones personales.
Lo que personalmente quiero (¡y entiendo!) Es la alegría de conocerlo. Valoro su compañía. Fuimos compañeros durante sus primeras dos décadas, y tener una relación continua con él es todo lo que quiero.
Vivimos en diferentes ciudades, pero aportamos valor a las vidas de los demás siempre que sea necesario o deseado. Nos mantenemos en contacto una vez por semana o más, o menos, a través de mensajes de texto, correo electrónico, llamadas telefónicas y / o FaceTime. Si encuentro algo en internet, creo que él querría verlo, se lo envío. Y viceversa. Nos visitamos en persona tan a menudo como lo permiten los horarios en el trabajo y las responsabilidades familiares / familiares. Recientemente eso ha sido un fin de semana o una semana cada 2-3 meses.
Me enseña cosas nuevas y geniales que me encantan (fue él quien me introdujo en febrero de 2011 a Quora: “Mamá, creo que encontré un lugar donde te encantaría escribir”). Él me guía en la computadora. Ambos nos deleitamos en las mesas girando. Todavía le enseño algo más que él quiere saber que no ha aprendido de mí. Y sí, le doy todas las recetas familiares. Él lo aprecia.
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Quiero que sea feliz y se cumpla. Quiero que disfrute de su vida. Y me gustaría que me dejara ser su madre a pesar de que es completamente independiente y adulto.
Disfruto de su corazón, de su mente, y de estar en su presencia. Me encanta darle un tazón de fresas, manzanas, plátanos, arándanos, frambuesas y yogur en las mañanas que compartimos, solo porque es delicioso y nutritivo. Y cuando dice “mmmm, ¡haces el mejor café del mundo!” Me considero muy afortunado de tener un hijo tan amoroso. Él me entiende y me ama. El retorno de mi tiempo y la inversión emocional en su desarrollo nos ha enriquecido a ambos. Más allá de mis sueños más salvajes.
¿Qué más podría querer una madre?