La misoginia no se basa en el odio, sino en la falta de respeto. Los hombres pueden ser misóginos y aun así amar a sus esposas, novias, madres y hermanas. Donde existe la misoginia, se manifiesta en la creencia de que las mujeres son inferiores, o que las características femeninas como la sensibilidad y la compasión son una debilidad.
Estos puntos de vista causan una perspectiva sesgada sobre el valor que las mujeres aportan a la sociedad o sobre su papel en la sociedad. Esto es misoginia. Un lugar de mujeres está en la cocina. El papel de la mujer es cuidar el hogar y criar a los niños. Las mujeres necesitan saber cuál es su lugar … Estos son el tipo de opiniones que un misógino podría tener, sin embargo, él (o incluso ella) no sentiría ningún odio hacia las mujeres.
Irónicamente, la razón principal por la que todavía existe la misoginia (y estoy hablando en países libres y democráticos, no en aquellos que todavía niegan abiertamente los derechos de las mujeres) se debe en gran parte a este sexismo latente. Un hombre que odia abiertamente a las mujeres o expresa opiniones sexistas es rápidamente criticado por la sociedad en general. Pero el sexismo institucionalizado, la forma tácita y menos obvia, hierve silenciosamente debajo de la superficie, reforzando los puntos de vista misóginos y haciéndose evidente en los negocios y otras formas de la vida cotidiana.
En la mayoría de estos países, no existen políticas formales que nieguen a las mujeres el mismo salario o las mismas oportunidades para subir en la escala corporativa, sin embargo, las mujeres aún no obtienen los mismos ingresos que sus homólogos masculinos, y las posiciones de C-suite están dominadas por hombres.
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Esta es la misoginia en su máxima expresión y la más peligrosa, porque no es tan evidente ni tan obvia.