La disolución de una relación comprometida suele ser dolorosa y cargada de una amplia gama de emociones, una de ellas es el dolor.
En ese sentido, puede ser muy parecido a una muerte en la familia. Especialmente si la mayoría o todas las conexiones entre la pareja se cortan.
Además, debido a la angustia que generalmente acompaña al divorcio, cada parte puede sentir que ya no “conocen” a la otra y, por lo tanto, han perdido a alguien cercano a ellos.
Si la comunicación agradable se restaura después de un tiempo, uno puede sentir que ahora están comenzando una relación completamente nueva en un terreno nuevo e incluso con una persona “nueva”.
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La pérdida es profunda y la vida cambia.