Hay momentos en que nos enamoramos, en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Cuando tu amante parece tan perfecto, guapo y encantador, y tu amor es más verdadero que cualquier otra cosa que hayas conocido.
Una mirada amorosa de ellos te quita el aliento, tu piel pica en su presencia, tu corazón late tan fuerte en tu pecho que empiezas a preguntarte si el latido de tu propio corazón te puede ensordecer.
Los miras y tu cuerpo anhela estar cerca de ellos, tus pensamientos son frenéticos: MINE MINE MINE, gritan, como si el amor fuera sobre la posesión y mantener las cosas en cautiverio.
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Pero no lo es. De hecho, es todo lo contrario.
A veces, el amor de tu vida entra en él cuando es demasiado tarde.
No empiezas a odiarlos por eso. No, aceptas tu desafortunado destino, y esperas que tú y, por supuesto, ellos, encuentren la felicidad y el amor, más de lo que podrían darse el uno al otro.
Puede parecer difícil, y soltarlo dolerá como siempre lo hace y no será fácil, pero eso no lo hace imposible.