Conocí a mi esposa hace cincuenta años, en una parada de autobús. Sólo teníamos doce y trece. Nos vimos el uno al otro en el Conservatorio donde estábamos estudiando, y descubrimos que disfrutábamos de la compañía del otro y disfrutábamos tocando música juntos.
Después de que empezamos a andar juntos, no podía imaginar la vida con nadie más. A fines de 1972, fui a un ensayo intensivo y luego a una gira musical por India y países vecinos durante unas seis semanas. Antes de irme al extranjero, mi madre finalmente cedió y me dijo que estaría bien comprometerme antes de irme, así que ese día fuimos y compramos un anillo de compromiso barato, que es todo lo que podía pagar.
Las seis semanas aparte de Joan fueron insoportables. Sabía que nunca más quería separarme de ella.
La pregunta clave no es si esta persona es perfecta para mí, pero ¿estoy dispuesto a entregarle el resto de mi vida, para bien o para mal, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte nos separe?
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No hay garantía de que funcionará. Es un riesgo Pero estoy muy agradecido a Dios por la vida que nos ha dado juntos. Mañana es nuestro 43 aniversario de boda.