Nunca tomes partido.
Ofrezca llevar a los niños cuando los padres necesitan trabajar en cosas, para que los niños no tengan que escuchar los argumentos. No les expliques a los niños por qué los llevas, haz que sea una salida divertida para ellos. Conviértalos en el centro de atención, en lugar de que los problemas de sus padres sean el centro de atención.
Escuche si quieren hablar de cosas, pero manténgase enfocado en sus sentimientos y apoye a los niños. No se deje arrastrar a discutir los problemas de los padres con los niños.
Asegúrese de que los niños sepan cuánto los quiere, para que sepan que tienen un refugio seguro, si las cosas van al sur.
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Llámalos por teléfono, para hablar sobre sus días, a veces, y asegúrate de que tengan tu (s) número (s) de teléfono para que puedan llamarte si quieren que otro adulto converse.
Si llaman y quieren hablar sobre algo aburrido e infantil, escuchen de todos modos. Si te están llamando, es porque quieren un adulto que los escuche. Sea ese adulto, especialmente cuando sus padres no tengan la paciencia suficiente para escuchar una explicación de 45 minutos del último videojuego.
Y nunca, nunca, diles algo que debería ser el trabajo de sus padres. Si cree que sus padres ya deberían haberles contado algo, hable en privado con los padres y pregúnteles cuándo van a decirles a los niños. Mantenga limpia su relación con los niños, al no convertirse accidentalmente en el recuerdo del portador de malas noticias, o decirles algo que los padres dicen que está mal.
Buena suerte. Los niños tienen la suerte de tener abuelos que se preocupan.