Dudo que la mayoría de los artistas tomen con agrado la idea de que alguien modifique su trabajo terminado, por conveniencia.
También parecería bastante extraño simplemente injertar la cabeza de Reagan, por ejemplo, en el cuerpo de Robert E. Lee, a menos que la idea sea burlarse de ambos hombres. Una táctica así transmitiría más o menos la idea: “Conoce al nuevo jefe, igual que el antiguo jefe”.