La presión crea diamantes. Sin embargo, los diamantes, aunque son brillantes y codiciados, también tienen un valor de mercado artificialmente excesivamente inflado y tienden a ser extremadamente frágiles.
Para romper esa metáfora, la cantidad correcta de presión en la forma de apoyo y la aplicación de una medida de disciplina puede empujar a un niño a alcanzar su potencial de verdad. Funciona especialmente bien con personas perezosas y autoindulgentes.
Para otros, sin embargo, esa misma presión crea ansiedad, estrés y una mayor sensación de temor y miedo de decepcionar hasta el punto de detestarse a sí mismo. La presión puede hacer que los niños sientan que sus padres solo podrían amarlos si tienen éxito y el precio del fracaso es perder todo lo que aprecian. Los hace buscar constantemente la aprobación de los padres y, sobre todo, puede hacer que dejen de seguir sus propias pasiones y acciones y simplemente siguen lo que sus padres dictan según sea apropiado, sin tener una opción real en su propio camino. La presión de los padres puede significar que un niño no puede elegir su propia vida y, en lugar de convertirse en su propia persona, es solo una extensión de sus padres, una extensión a través de la cual viven indirectamente.
El equilibrio entre la presión y el estímulo y la disciplina suave es difícil de lograr y debe adaptarse al niño y su personalidad.
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