Todo depende de la integridad de los operadores del crematorio. Al igual que el dentista que perfora sus dientes, el médico que remueve su apéndice o el banco que maneja su dinero.
En la mayoría de los estados, los crematorios y las funerarias (y sus directores de funerarias) están regulados y autorizados por el estado. Si el estado recibe una queja sobre uno de ellos, hay sanciones severas, no siendo la menor la publicidad resultante.