No creo que ninguna diócesis comience un proceso de anulación tras la muerte de uno de los cónyuges. Primero, porque conlleva mucho tiempo y gasto responder a una pregunta que, por razones prácticas, es discutible, ya que el matrimonio termina cuando fallece uno de los cónyuges. Segundo, porque el cónyuge fallecido no está disponible para las entrevistas que son necesarias para determinar si ocurrió una Santa Cena en su boda y emitir un decreto de nulidad.
Además, contrariamente a otra de las respuestas, las anulaciones no hacen que sus hijos sean ilegítimos. La ilegitimidad es una cuestión civil, no eclesial y si un divorcio no los hace ilegítimos (lo que no es así) tampoco lo hace una anulación.