Entiendes que la mayor parte de los maltratos, abusos y delitos contra los niños provienen de mujeres, ¿verdad? (El abuso sexual proviene más de los hombres, pero hay una pequeña minoría de todos los abusos que sufren los niños. Asesinato, negligencia criminal, actos de tortura, etc.)
Si ocurriera la lógica, deberíamos estar mucho más asustados que nuestro hijo sentado en el regazo de una mujer.
Pero no lo somos. Porque sabemos que la mayoría de las mujeres preferirían que las mataran antes que lastimar a un niño.
Y eso también es cierto para la mayoría de los hombres.
Cada época tiene sus propios chivos expiatorios. Hoy tememos y demonizamos a los hombres (masculinidad tóxica).
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Ayer, temíamos a las brujas (que maldecían a los niños pequeños), a los judíos (que usaban su sangre para hacer “rituales”), a los gitanos (que los transformaban en fanáticos de circo o mendigos) …
Pero no protegemos a nuestros hijos por hacerlo. Los infectamos con miedo. Les impedimos desarrollar y confiar en su propio juicio. Los niños necesitan la presencia de adultos de ambos sexos para desarrollarse completamente.
Y lo triste es que los depredadores reales casi nunca se aprovechan de niños sanos, seguros y ruidosos.
Su objetivo principal es el tranquilo, asustado, aislado.
Esa es la paradoja. Cuanto más refugie y proteja a su hijo, menos desarrollará su propia fuerza.
Y más posibilidades tendrá de ser atacado.