A menudo son los deseos del difunto.
Tuve una tía que llevaba una vida privada muy tranquila. Trabajó en un museo como docente, y mantuvo un jardín. Ella también escribió y leyó mucho. Ella nunca se casó ni tuvo hijos.
Tenía algunos problemas médicos graves a fines de la década de 1930 y fue una de las primeras pacientes en recibir tratamientos médicos experimentales muy radicales, cuyos resultados se publicaron en varias revistas médicas. Ella sintió que era importante dejar su cuerpo para la investigación científica para poder estudiar los resultados de esos tratamientos.
No solicitó servicios, ni velatorio, ni funeral, ni anuncio público de su muerte. Nos sentimos un poco culpables por ello, pero respetamos sus deseos.
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