No creo que los niños hagan preguntas tontas.
La mayoría de las veces, les gusta hacer preguntas ingenuas, que denotan su linda inocencia y su búsqueda insaciable de querer saber más sobre el mundo que los rodea.
Recuerdo vívidamente esta fascinante historia del educador Ken Robinson en TedTalk:
“… Hace poco escuché una gran historia, me encanta contarla, de una niña que estaba en una lección de dibujo.
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Tenía seis años y estaba en la parte de atrás, dibujando, y la maestra dijo que esta chica casi nunca prestaba atención, y en esta lección de dibujo, lo hizo.
La maestra estaba fascinada. Se acercó a ella y dijo: “¿Qué estás dibujando?” Y la niña dijo: “Estoy dibujando una imagen de Dios”.
Y el maestro dijo: “Pero nadie sabe cómo es Dios”.
Y la niña dijo: “Lo harán, en un minuto”.
Una vez me enfrenté a un niño precoz, que me planteó la siguiente pregunta y no pude dar una respuesta directa:
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