Me siento escribiendo esto en un tren mientras un niño pequeño en el asiento detrás de mí llora sus ojos gritando “¡Por favor! ¡Por favor, mamá!” y me siento muy triste.
Lo atribuyo a la compasión y la empatía trabajando a toda marcha. Pienso en todos los niños de todo el mundo que, en este momento, lloran debido al hambre, la enfermedad, el abuso y cualquier otra cosa que solo necesite que alguien los cuide. Al escuchar el llanto de un niño al instante me llega a la memoria esas imágenes de las noticias y no puedo ayudarles.