Yo digo si.
Nunca tuve ninguna intención de casarme. Solía decirle esto a los hombres en la primera o segunda cita, solo para no perder el tiempo.
Conocí a mi futuro esposo cuando estaba jugando felizmente en el campo y tenía toda la intención de salir con él durante 2 meses antes de seguir adelante.
Y aquí está 17 años, 4 meses, 3 semanas y 3 días después.
Cuando no estaba casado y en una relación “perfecta”, siempre sentí una duda persistente en el fondo de mi mente, una sensación de esperar a que el otro zapato me cayera que en cualquier momento mi burbuja encantadora estallaría y eso La relación perfecta se desintegraría. ¿Por qué? Porque eso es lo que le sucedió a cada relación que no terminó en matrimonio.
Como resultado, me volví más y más cauteloso acerca de a quién besé, a quién abrazé, a quién escuché decir: “Te amo”. Para mí, la duda y la inseguridad no conducían al apego emocional.
Todavía me sorprende la falta de duda que siento hacia mi matrimonio. Esa inseguridad se desvaneció después del primer año y no ha regresado. Confío en que mi esposo seguirá llegando a casa noche tras noche tanto como estoy seguro de que haré lo mismo. Aunque inicialmente me resistí a casarme, me alegro de haberlo hecho. El matrimonio ha traído algo a mi vida que no creo que poseyera si nos hubiéramos quedado juntos sin el pedazo de papel.