Si todavía están vivos, ve y visítalos. Habla y escucha, ponles atención. Ofrécete a hacer cosas por ellos.
Si no es así, pídales perdón y diles que siempre los amarás. Ellos lo entenderán, porque son tus padres. Nadie se sale con la suya de no sentirse culpable por sus padres, al igual que ningún padre deja de sentirse culpable por sus hijos. Es parte del territorio del amor.
Luego, vuelve la mirada hacia los vivos y cuídalos lo mejor que puedas.
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