Una buena vida matrimonial es una sociedad completa. No es racional. Es incondicional.
Si bien ambos socios deben ser comprometidos y fieles, al menos uno debe ser capaz de apoyar al otro cuando sea necesario y ver la asociación a través de los desafíos que surgen de vez en cuando.
La característica principal de un matrimonio exitoso es una comunicación abierta, honesta y clara. Las relaciones viven en el lenguaje. Si bien las acciones son ciertamente importantes y deben respaldar lo que se dice, lo que se dice es de suma importancia. Igualmente importante es lo que no se dice.
Siempre considera las palabras en momentos calientes. Trabajar para que las palabras sean siempre compatibles con lo que uno está comprometido. Las palabras pueden crear la relación más hermosa y destruirla con la misma facilidad. Lo que se dice es casi nunca el problema, casi siempre es cómo se dice.
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Nunca retengas la comunicación tampoco. Así es como se construye el resentimiento. Enfrenta los problemas a medida que surjan, en el contexto del amor y el compromiso. Estar abierto a ver siempre lo mejor en uno y eso es seguramente lo que se expresará y experimentará.
Trabaja para encarnar y expresar siempre el amor y el compromiso compartidos, y la relación florecerá.