Tuve que caminar ese guante de los “cristianos”.
Era joven, mi esposo me había abandonado con dos niños pequeños, y el hombre al que acudí, el hombre que pensé que ahora me cuidaría y me apoyaría dijo: “Puedes tenerlo, pero no esperes que lo haga. andar.”
Ya emocionalmente devastado por el rechazo y la traición, sometido por la responsabilidad financiera y emocional de ser padre de dos hijos sin padre, no pude encontrar la fuerza o la voluntad de traer a otro niño a mi mundo.
Yo fui criado cristiano; Usé la cruz y creí que Jesús era un ser iluminado de amor y bondad. Recé; y recé al espíritu que quería venir a través de mí y pedí perdón. Sentí que abortar el embarazo era como golpear la puerta a un invitado. Lloré hasta que me enfermé.
Y luego hice lo que sentí que debía hacer, justo por los niños que ya estaban a mi cuidado. Sé que mi historia es muy común.
Las mujeres han estado ayudando a las mujeres a interrumpir los embarazos a lo largo de la historia de la humanidad. Las mujeres entienden las exigencias de las mujeres bajo coacción.
Pero estos “cristianos” no tenían entendimiento, ningún sentimiento más allá de su juicio rencoroso y desagradable. ¿Quiénes eran ellos para gritarme y arrojarme feos vengativos? Ellos no eran Dios; no representaban nada de lo que había aprendido sobre el perdón en las enseñanzas de Cristo.
Eran malos y crueles con una joven. Ni siquiera estaban luchando hacia el amor o la compasión. Jesús no se dignaría reconocer un odio tan virulento. Entonces, yo tampoco.
Sin embargo, no puedo transmitir cuánto dolor, en su comprensión errónea de su religión, que pusieron sobre mi angustia.
Si, si, hubieran sido solo mujeres, mujeres amables y compasivas, y solo me hubieran ofrecido ojos suaves y dignidad tranquila, tal vez, solo tal vez, mi corazón no me hubiera permitido pasar por alto a ellos. En efecto, diría que tener que armarme de valor contra su abuso funcionó en contra de dicho propósito.
Estos “cristianos” dan al cristianismo un muy mal nombre. Me arriesgaré a perdonar, porque no soy malo ni soy justo.
Soy humano. Lamento haber “pecado y caído en la gloria de Dios”. Pero al decir esto no me refiero a interrumpir un embarazo. Eso, creo, es entre los tres espíritus íntimamente involucrados, y nadie más.
Pero soy humano. Lucho con el libre albedrío y todas las decisiones que vienen con ese don. Tal vez por eso Jesús diría: “Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen”.