No existe una teología cristiana unificada sobre el estado de las almas de los fetos abortados. La generalizada, aunque no universal, oposición cristiana al aborto no está motivada por la preocupación por el destino eterno de las almas de los abortes, sino por las almas de los abortadores.
Uno podría hacer el mismo argumento sobre matar a niños pequeños, ya que en la mayoría de las teologías cristianas, matar a un niño pequeño y abortar a un feto son actos moralmente equivalentes. Especialmente en las sectas que respaldan el bautismo infantil, uno pensaría que matar a un niño inmediatamente después del bautismo sería el resultado ideal, porque entonces es incluso menos ambiguo que ese niño vaya al cielo.
Llevar al mayor número de personas al cielo no es la medida que los cristianos usan para evaluar la moralidad o la utilidad de una acción. Evidentemente no es la métrica de Dios para el éxito, de lo contrario, crear criaturas capaces de pecar hubiera sido un gran error.
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